El horno sí está para bollos
Hace ahora 14 años, la Escuela de Pastelería del Gremio de Barcelona puso en marcha el Concurso del Mejor Croissant de Mantequilla de España. Quizá es exagerado decir que ese fue el único detonante para el cambio de tendencia que ha vivido la pastelería en la última década, en la que el horno ha tenido mucho más protagonismo que el congelador. En cualquier caso, lo que es seguro es que este certamen incitó a los artesanos a preparar su mejor croissant para presentarlo a concurso, y en ese simple ejercicio ya se produjo un salto cualitativo en el producto. También contribuyó a que los consumidores pusieran una mirada distinta en el croissant, valorando la diferencia entre las versiones artesana e industrial, apreciando el inconfundible sabor a mantequilla y entendiendo el porqué de su elevado precio respecto a otros menos nobles gastronómicamente hablando. Y siguiendo la estela del croissant han asomado con fuerza otras especialidades horneadas como la pasta de té y más recientemente el panettone para certificar ese mencionado cambio de tendencia.
Sería injusto obviar la contribución del sector panadero en este auge de las masas, un oficio que ha sabido modernizarse de forma asombrosa, actualizando no solo su oferta de productos sino también su imagen.
En contra del dicho popular, el horno sí está para bollos y para todo tipo de masas, y el público lo sabe, lo espera y lo aprecia.