La pastelería y la suerte de los pequeños

Jaume J Cot

Por 20 de enero de 2021

Escaparate de la pastelería Bonastre en Barcelona

No es momento para triunfalismos ni para lanzar mensajes positivos como si estuviéramos nadando en la abundancia. La crisis sanitaria en la que estamos inmersos ha dejado la mayoría de sectores del comercio y la alimentación muy tocados. La pastelería quizá pueda ver este panorama respirando un poco, pero en ningún caso está saliendo indemne de la situación sin precedentes en la que vivimos desde la pasada primavera. Seguramente, si muchos pudiesen dar marcha atrás un año se plantearían seriamente echar el cierre completo de su negocio y esperar a que todo esto finalice.

Con todo, lo que es innegable es la distinta suerte que se corre dentro de la desgracia. La oportunidad que ha tenido la pastelería para convertirse en el consuelo de muchos vecinos ante la adversidad y el confinamiento persistente ha sido el revulsivo de no pocos profesionales con los que hemos tenido la oportunidad de hablar. Los negocios pasteleros, sobre todo los que disponían de tienda física, han visto como la venta de pastelería se ha mantenido firme durante muchos meses, e incluso ha registrado niveles excepcionales durante la pasada campaña de Navidad. La pastelería de siempre, la del roscón del domingo y la de los dulces de toda la vida, goza de una demanda fortalecida, como también disfruta de buena salud la oferta más sensible a nuevos formatos y tendencias.

 

Los formatos pequeños, los encargos individuales y para unidades familiares de tamaño reducido, están ayudando a mantener el tipo y respirar

 

Pastelería Nunos en MadridTodas estas pastelerías han trabajado y están trabajando dando un sentido renovado al vínculo establecido con un cliente de proximidad y en el que el pastel es el rey indiscutible de esa relación. Insisto, no se trata de caer en triunfalismos. Docenas de obradores y negocios han visto reducida drásticamente su actividad, todo el sector de eventos, las famosas bbc (bodas, bautizos y comuniones) y cualquier  negocio con vínculos a sectores drásticamente dañados como la hostelería y el turismo, están sufriendo con desolación el horror económico de esta crisis.

Pero los pequeños, las pastelerías de siempre, y los formatos pequeños, los encargos individuales y para unidades familiares de tamaño reducido, están ayudando a mantener el tipo y respirar, que no es poco. Esperemos que todo el sector saque conclusiones de lo vivido durante esta época –que todavía no ha llegado a su fin-, y que la pastelería se reivindique por ese carácter, si no esencial en términos de salud, sí primordial en términos de felicidad colectiva. Larga vida a la pastelería artesana.