El croissant y la luna
Tras doce ediciones, podemos concluir que el concurso al Mejor Croissant Artesano de España ha cumplido con creces el objetivo con el que nació. Y es que más allá de que tal o cual pastelería alcance el ansiado premio, hoy se puede afirmar con rotundidad que en nuestro país se están haciendo croissants infinitamente mejores que hace doce años.
Cada edición es un reto, una oportunidad para mejorar o al menos para probar cosas nuevas y ver qué resultados provocan esos cambios. Y esa es la única manera de avanzar hacia la perfección y la excelencia.
Cuestiones como el número de pliegues, qué tipo de mantequilla es el más idóneo, los reposos, el horno de suela o de aire, etc. no surgirían en los obradores si no hubiera un desafío anual al que enfrentarse. Es más, nos atrevemos a afirmar que no pocos obradores han recuperado la pasión por la bollería en general y por el croissant en particular gracias a este concurso.
En definitiva, estamos ante un trofeo que ha despertado la ambición de todo un colectivo por ganarlo y que para ello han desarrollado un grado de especialización nunca antes visto. Es como la conocida fábula del joven arquero que quería alcanzar la luna con una de sus flechas. Obviamente nunca lo consiguió. Pero a fuerza de intentarlo, se convirtió en el mejor arquero del mundo. Toni Vera, ganador del concurso por segunda vez, afirma que el croissant perfecto no existe, pero el suyo, y el de otros arqueros, ya está más cerca.