Elogio de la sencillez
Como hemos comentado en ocasiones anteriores, existe la falaz creencia de que cuanto más supuestamente sofisticado es algo, más valor tiene y mayor aprecio merece. En pastelería esto nos ha llevado a la construcción de tartas y pasteles imposibles, en los que hemos llegado a contar cerca de 10 componentes. Buena parte de este exceso es atribuible a los concursos y a esa obsesión que sufren muchos concursantes por sorprender a los jurados, algo que también podríamos hacer extensivo al apartado de los sabores. Si el sabor no es raro y exótico, no vale.
Pues bien, desde Dulcypas queremos hacer un encendido elogio de la sencillez como una inteligente y honesta manera de entender la pastelería. Lo sencillo se centra en la esencia, en lo fundamental, sin accesorios innecesarios que a veces terminan por crear una confusión absoluta. Valga como ejemplo de esa aparente sencillez la colección de turrones que nos presenta Enric Monzonis en exclusiva en Dulcypas #468. Un praliné y un chocolate en cada variedad. Nada más. Y nada menos.
Y es que el mejor postre o el mejor pastel no es el que contiene más elementos, sino el que los muestra de la mejor manera. No es más sofisticado ni más arriesgado un postre con 14 elementos. Al contrario. Si utilizamos solo dos o tres, estos serán mucho más visibles, lo que nos obliga aún más si cabe a que sean perfectos, impecables. Y lo mismo respecto al sabor. En esta línea se mueve también el siempre vanguardista Paco Torreblanca, como se verá pronto en su nuevo libro.
Con ello no queremos decir que haya que huir de toda complejidad o sofisticación, sino de una confusa interpretación de ambas que lleva a alardear del número de sabores y texturas que gratuitamente se pueden introducir en un mismo pastel. Lo bueno, si es sencillo, dos veces bueno.