Pasteleros sin fronteras pero con límites
Hay quien habla de la globalización como el fenómeno causante de todos nuestros males. Pues bien, sin negar la pérdida de identidad y el proceso de uniformización que puede ocasionar en algunos casos este empequeñecimiento del planeta, en Dulcypas preferimos quedarnos con las numerosas ventajas de un mundo más interconectado, abierto y accesible. Hoy, por ejemplo, la familia de colaboradores de nuestra revista es más rica, amplia y plural gracias a la contribución de pasteleros de otras latitudes que nos muestran su particular manera de entender el oficio. Sin ir más lejos, en este número contamos con la presencia de un británico, una rusa que reside en Canadá, dos chilenos, un puertorriqueño en permanente ruta, un portugués afincado en Barcelona, una venezolana que trabaja en Girona, un francés… Y luego están los de aquí que también viajan y comparten sus conocimientos allende los mares, como Carles Mampel, Jose Romero, Josep Maria Ribé… Son todos ellos pasteleros que cruzan fronteras o, mejor aún, que directamente las han eliminado de su marco mental para empadronarse en un territorio común, el de la buena pastelería.
Pero que no haya fronteras no significa que no haya límites. Para vivir en la república de la pastelería con mayúsculas hay que cumplir algunos requisitos, como sentir una verdadera pasión por el oficio, no dejar de aprender, utilizar los mejores ingredientes, estar dispuesto a compartir lo que uno sabe, reconocer el talento ajeno, buscar tu propio estilo, querer mejorar, hacer las cosas bien, ayudar a prestigiar socialmente el oficio y, en definitiva, entender la pastelería como una de las más nobles disciplinas gastronómicas. Bienvenidos al territorio Dulcypas.